Cuestiones tan fundamentales como el derecho a la silla o a agua potable aún no llegó en las cofradías medievales, donde la ranchada (o perrada) tiene que hacer una vaquita para comprar las mismas.
A pesar de que es algo que debe ser provisto por el empleador (que se autopercibe de cualquier forma menos empleador para evadir las tan elementales obligaciones), éste en ciertas ocasiones se apropia de los gastos de comida para supuestamente adquirir esos elementos básicos (por ejemplo de limpieza, que obviamente hacen los esclavos y no los niños ansiosos).