martes, 13 de diciembre de 2022

Mi plan no es tu plan

La planificación centralizada, cómo máxima expresión de autoritarismo donde la opinión del resto carece de valor, se vio en la historia de la humanidad cómo los sucesos más trágicos. Tal es el caso de los gobiernos totalitarios o autocráticos en los cuales una persona o un grupo reducido de personas planificaban el destino del resto.

Este esquema que teóricamente parece una maravilla (claro, siempre que uno sea el que detenta el poder), nunca dio resultados fructíferos por una simple razón: la fatal arrogancia.

Esa arrogancia implica asumir que se conoce todos las necesidades, deseos, aptitudes, capacidades y proyecciones en el desarrollo personal/profesional/cultural/social de los individuos. Claramente algo imposible.

En consecuencia las sociedades avanzadas implican generar las condiciones propicias para que los individuos tomen sus propias decisiones, asumiendo riesgos, considerando incentivos y desincentivo. ¿Te gustaría asumir un cargo con mayores compromisos? Pues te puedes postular siempre que cumplas los requisitos para el mismo. ¿Quieres planificar en dentro de unos años cambiar a algún área específica? Pues puedes ir preparándote haciendo los cursos que te resultan de interés.

Mecanismos que generen limitaciones artificiales, sin fundamento real más allá de cuestiones meramente doctrinarias, cómo edadismo, estatura, credencialismo o ritos iniciáticos, solo buscan justificar preselecciones definidas, pero nada hablan del único criterio reconocido en nuestra constitución. En fin no más que un exceso ritual manifiesto.

Este reconocimiento de los individuos como seres autónomos que comparten los objetivos dentro de un grupo social determinado es definido en la declaración universal de los DDHH al establecer el "desarrollar libre y plenamente [de] su personalidad", a su vez afirma "la libre elección de su trabajo", también "acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país" cómo también el artículo 16 de la Constitución Nacional Argentina por el criterio de Idoneidad.

La designación arbitraria, sin fundamentación, rúbrica, ni ponderación contrastable, verificable y auditable. Lo único que genera es un gran manto de sospecha sobre un sistema que solo quedó en los libros de historias: la aristocracia medieval.

El desarrollo cómo sociedad, amen de cualquier argumentación falaz tales cómo "doctrina" o "idiosincrasia" [de la propia cofradía] o la antigüedad [pensamiento medieval] no superan el mínimo análisis de falacias lógicas ni de sesgos cognitivos.

El miedo a una competencia libre sea tal vez la razón por la cual todo se maneja desde el misticismo y la sumisión

La conveniencia, transigencia y el "saltearse la fila" esta a flor de piel, pero el real sentido de pertenencia y confianza en instituciones sólidas donde se confía en las normas racionales y aplicadas con criterio, y no se es genuflexo a quién tiene el dedo (propio de un sistema dedocrático), sea quizás las razones por las cuales no hay una competencia y menos una meritocracia.

Pero lo más destacado quizás de los DDHH es "La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público", mientras se sigan ignorando y desvalorizando las necesidades de los individuos, las autoridades seguirán perdiendo legitimidad (por más legalidad que cuenten).

La mediocridad transforma a las instituciones y a sus miembros en organizaciones cada vez menos legitimadas. Pues ya casi, ni sus propios miembros las respetan al ver tantos mantos de sospecha.

Y mientras se mantengan las frases "si no te gusta te podes ir", solo se genera más mediocridad, más genuflexión y más falta de legitimidad en las instituciones (aunque claro, dentro del loquero -cofradía- los locos son los de afuera).

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