No hay sentido alguno en explicar algo cuando del otro lado hay oídos sordos. A oídos sordos, palabras mudas, o adulación tan empalagosa que produce diabetes.
En consecuencia la comunicación se transforma en una mera cuestión formal, lo mínimo y necesario. La información no fluye, los problemas se expanden, el caos reina.
Solo se requiere un poco de escucha activa.
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